La necesidad de un modelo
Monday, January 31, 2011
Hugo Maul R
El Periódico,Guatemala
Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, el modelo de desarrollo se basó en las políticas proteccionistas y la integración económica, a través del Mercado Común Centroamericano. Para finales de los setenta ese modelo sufría desequilibrios. Durante los ochenta, ante el colapso del modelo anterior y la necesidad de pacificar y democratizar la región, resultaba urgente adoptar otro.
El consenso general fue buscar el desarrollo a través de la apertura de nuestras economías y la estabilización macroeconómica. En los noventa se continuó con la misma visión y se privilegió el esfuerzo exportador. Esta vez, apuntando hacia la diversificación de la oferta exportable y de los destinos de exportación. En la primera década de este siglo, la apuesta se centró en el desarrollo de nuevos mercados y de la competitividad del sistema económico.
Cobraron importancia cuestiones como la adecuada infraestructura física y social para apuntalar el crecimiento; el papel crucial de la estabilidad macroeconómica; mejorar la eficiencia con que opera la economía; etcétera. Lamentablemente, la mayor parte de estos esfuerzos han estado desconectados entre sí. No se ha logrado integrar a todos ellos en torno a algo que pudiera considerarse un modelo de desarrollo bien definido.
El hecho es que desde hace más de 30 años no se tiene una visión clara del modelo de desarrollo. Políticas sofisticadas puede haber muchas, todas ellas destinadas a dar pocos resultados si no se involucra a toda la sociedad en torno de ellas. Solo en la medida que exista un amplio consenso en torno a mantener y perfeccionar ciertas líneas generales de acción será posible avanzar en alguna dirección.
Está claro que algunas políticas van a estar presentes en todo modelo: la estabilidad macroeconómica como prerrequisito para el rápido crecimiento económico; una economía orientada “hacia afuera”; la promoción de la competitividad y el empleo; las alianzas público-privadas; la eliminación del mercantilismo, amiguismo y favoritismo de los gobernantes hacia el sector empresarial; la promoción de competencia en los mercados; la promoción y protección de la inversión; un servicio civil de alta calidad debidamente remunerado; etcétera.